En los Himnos a la noche, concluidos a principios de 1800, Novalis se distancia críticamente de la tan frecuente mirada nostálgica hacia la cultura clásica griega y opone a esta una conquista espiritual que en la cultura occidental se inicia con el cristianismo: la reconciliación con la muerte. Al aceptarla, el espíritu humano la puede trascender, participar de la gran noche infinita del Universo. Pero al mismo tiempo, puede asumir más maduramente el espacio preciso que le es asignado en cuanto viviente. Esta reflexión, atípica dentro del movimiento romántico, propone una idea de progreso humano que solo la filosofía y la psicología del siglo XX retomarán y elaborarán plenamente.