Pasajero

Pasajero

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Serie: NA
Editoras: Dcir Ediciones
Géneros: Poesía
Autoría:
Páginas: 48 pages
ISBN 13: 9789801281184
Tags: Poesía venezolana
Language: Español
Dueño: Ricardo Ramírez Requena
Notas extras: NA

Abro Pasajero (Dcir Ediciones, Caracas 2015), de Néstor Mendoza, y me imagino a los personajes de la novela Contigo en la distancia, de Eduardo Liendo, sólo que en este poemario de Mendoza los que viajan van hacia un lugar terrenal. No son espíritus despojados de sus deseos mundanos. No recorren la memoria que pronto será un recuerdo. Los de Liendo miran hacia adelante en una especie de eternidad conquistada. Los viajeros de Mendoza se conciben como parte de un recorrido calculado y breve por la ciudad, por calles y avenidas que no nombran: se desplazan con los ojos puestos en la próxima estación. 

La voz de un yo se somete al clima interior del vehículo y trasluce un estado colectivo en un pequeño mundo donde los cuerpos se tocan, se reconocen, se repelen, se distancian y se acercan. Se sospechan. Y también sueñan. O cabecean un sueño para disipar miedos o sobresaltos. Se advierten en las pesadillas e imágenes: quien lee no puede ver pero imagina. En el viaje por la polis las distintas edades se reconocen. No hay diferencias entre un muchacho y un anciano. Ambos son viajeros. Ambos “comparten la misma ruta y no lo saben”.

Durante el viaje, el tiempo manifiesta sus designios. Se agota en cada trayecto consumido. En la destreza de un inadvertido conductor, como si fuese parte de las agujas del reloj. Quien lleva a los pasajeros no consume el mismo tiempo de quienes ocupan su máquina. 

En el poema diversos personajes animan su interior y conforman una performance muy íntima: cada uno lleva el eco instalado atrás, en el pasado. Cada pasajero es un pedazo de tiempo dejado al entrar al autobús. El “espacio limitado” forma parte del rito de unos extraños que por un momento anidan en un útero que se mueve por las arterias ruidosas de una ciudad conocida pero que cada día muestra algo nuevo, de allí que “algunos cierran los ojos / en un sueño momentáneo”.

El poeta que viaja en esta máquina es un agrimensor: mide cada parada, cada frenazo del bus frente al semáforo. Pero también mide y traza el horario, el que dista entre su entrada al bus y el anuncio de la llegada que le corresponde para descender por un estribo que le indica el lenguaje del asfalto. 

Entonces comienzan otros viajes. 

2

Ser pasajero en otras instancias. Admitir que la muerte también es un tránsito en el cuerpo de una mujer cuyo silencio define un viaje sin retorno: “La mesa metálica, plancha fría, / para extender tu figura”.

Pero en unos versos anteriores: “El primer golpe vino desde atrás (…) La horizontalidad toma espacio, / y ahora tú eres superficie. / Busco un culpable: / no hallo al criminal. / Hay cuerpo sin sombra movible, / pero no mano que golpea y extrae la vida”.
La violencia expresada en una imagen cuyo silencio aborda una aproximación al deseo: “Se supone que el cuerpo horizontal / solo es digno en el amor”. 

Un poema se ata a otro: “cuánto miedo antes del impacto (…) ¿Cuánta distancia lo separa del golpe, / del bramido de huesos, / forzoso desplome?”. Un abismo es suficiente para entender el viaje hacia lo desconocido.

Y así, el mismo poema se dilata para expresar la uniformidad de una metáfora, la muerte en lo humano, la muerte en una definición: “Oprimo tu belleza quebradiza, / la aprieto, no la suelto”.

La búsqueda se concibe en la cortedad del tiempo. La vida entonces es sólo un instante: “(Lo breve asusta y sus analogía con la muerte)”.

Fuente: sellocultural.com.

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