Con esta palabra descubro

Con esta palabra descubro

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Serie: NA
Editoras: Ediciones Mucuglifo
Géneros: Poesía
Autoría:
Páginas: 115 pages
ISBN 13: 9789806351752
Tags: NA
Language: Español
Dueño: Donado por Miguel Marcotrigiano
Notas extras: NA

Comienzo esta lectura con el último poema, el que le da título al libro de Alejandro Cardozo, el que lo guía por algunos rincones de la tierra y lo estaciona intacto —al poema y a su autor— en una línea que le aporta “la medida de la palabra”, suerte de recreo en el que se oyen los motores de algunos aviones en un aeropuerto egipcio y se siente el calor de África en un verso donde pastan un ñu y una cebra. Poema vertebrado, por la solidez de sus imágenes y por la ósea participación de semovientes de gran y poco tamaño en un poema cuya extensión se advierte al descubrir “cada punta / de este mapa bárbaro / y perfecto”. Entonces, después de esta mirada, busco la primera página, el primer poema para atar los extremos de Con esta palabra descubro (Ediciones Mucuglifo, Mérida, Venezuela, 2010). Ufano entro en “Época” para encontrar un espacio donde se confrontan dos tiempos: el que nos agobia y nos facilita muchos asuntos y aquel que quedó atrás, donde (digamos que es un lugar también) “soy un trozo / de papel lleno de fechas...”, como un mapa inundado de nombres y accidentes topográficos. Los versos que abren el poema se recrean en la contemporaneidad del correo electrónico y otros inventos que dibujan la hora de hoy. Ambos poemas, el último y el primero, son uno solo: hacen el resto del libro, lo estructuran, son una imagen total, orgánica.

Así, el autor se pasea por la memoria, por los sentidos que acuden en auxilio para asentar olores, sonidos de relojes, formas de vestir y aquella maravilla geográfica llamada Choroní, donde están —imagino por el apellido— las referencias familiares, los atuendos de los afectos más cercanos. Se trata de un texto muy abierto donde hacen vida también algunos referentes ideológicos que le restan cierta fuerza y densidad a un hermoso poema que luego recala en otra parte de ese mapa: “Siglo XX Venezuela”: “Mi país / sigue siendo / cuadro tras cuadro, / desde que aquí paren las mujeres, / las escalinatas de Odessa de Eisenstein, / la catarata humana no cesa / atropellando al niño caído, los cosacos fusilando a la madre, / y el Acorazado que no llega”. He aquí el mito, la rutina por aquella vieja película soviética, convertida esta vez en superficie donde el país que nos vive y nos mata resulta un extravío: el Potemkin que nunca llega a puerto. La belleza del poema golpea la misma lectura.

 Fuente: letralia.com.

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