Me tropecé con este poemario en marzo de 2007. Es un texto intenso, donde se teje toda la madeja de la palabra amor, convirtiendo a la voz poética en el hilo que interpreta con maestría su presencia. El poeta venezolano, nacido en Caracas (1955) es dueño de un verso claro, donde abunda el contacto con el otro, como interpelando o sintiendo su presencia más allá de las letras impresas, por eso los poemas se inician como diálogo, o monólogo. El se confiesa y no teme ser descubierto, aunque en muchas ocasiones se siente perdido o enajenado de si mismo, quizás por el hecho de ser poeta, que en si es llevar a cuestas una soledad habitada por la búsqueda de una verdad que no termina de aparecer:
-Habito un pantano
Mi piel es una costra que no me pertenece.
El tiempo ha tejido
sobre el fuego de mis ojos
una pátina de limo.
El poeta es uno en la palabra, al igual que descubre su propio yo. Y la palabra, voz fenenina, es una fuerza que lo hace liberarse a si mismo, es su otro yo, que necesita abrazar, tener, cubrir para poder sentirse vivo. De ella brotan los versos:
-Regrésame la voz
de cuando enmudezco
el desquicio que adentro
se fija con firmeza
Desbroza de nuevo la hiedra
de mi pecho
Recorre otra vez
el canal que me vuelvo
con tu abrazo.
Verano es entonces tiempo de hogueras, llamas que encienden el corazón del amante de distintas formas. Lasarte Valcárcel refleja esas vivencias a través de esta palabra voraz, rápida, que se pasea por el amor, la pasión, la distancia, el recuerdo imborrable, sin duda alguna la verdadera fuente de la vida, independientemente del lugar donde habitemos:
-Doy la media vuelta
y estás ahí
con el corazón entre nubes
Voy a Mérida
huyo a la Guaira
y no desapareces de tu sitio
Me escondo en la noche
cierro los ojos
y tu piel es la propia incandescencia.
Fuente: letraparadecirysentir.blogspot.com.
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