Serie: | NA |
Editoras: | Fundarte |
Géneros: | Poesía |
Autoría: | Pantin Yolanda |
Páginas: | 63 pages |
Tags: | Poesía venezolana |
Language: | Español |
Dueño: | Jennie Rodríguez |
Notas extras: | NA |
La profusa y elaborada producción estética de Yolanda Pantin (1954) deja en claro que es una de las figuras más representativas de la literatura venezolana contemporánea, pues a partir de singulares formas de enunciación construye una apuesta estética controversial, que no siente miedo de nombrar lo intocado por el lenguaje poético, desarrollando así una voz propia que la inscribe dentro de las figuras que le otorgan a la poesía venezolana un alcance que va más allá de lo nacional y que queda demostrado no sólo a través del reconocimiento que recibió en el 2015 al serle otorgado el Premio Poetas del Mundo o, más recientemente, el XVII Premio Casa de América de Poesía (2017) en España por su trabajo Lo que hace el tiempo, sino también a través de las traducciones de muchas de sus obras al inglés, italiano francés, italiano y portugués.
Yolanda Pantin formó parte de las voces fundadoras de Tráfico uno de los grupos más importantes de la poesía venezolana de los años 80, grupo que se caracterizó por su desacralización del lenguaje y la reubicación del mismo en espacios urbanos y cotidianos y que, junto con el grupo Guaire, le dan a la poesía nacional impulsos renovadores que permiten desarrollar diferentes temas y, a la vez, adecuar las formas del discurso poético a las expresiones contemporáneas. Es en este período de la vida de Pantin cuando ella escribe Correo del corazón (1985), poemario que refleja la orientación estética de Tráfico.
Correo del corazón se presenta como una propuesta poética libre de retórica artificiosa y de ocultamientos, entregando la palabra directa y franca que refleja en su dureza y frialdad la naturaleza de los temas desarrollados a lo largo del texto:
En lo que al lenguaje se refiere, intenté banalizarlo, traerlo de los cabellos hasta la futilidad de lo que nombra: el universo restringido de un ama de casa, tema delicado que me planteó algunos problemas. El riesgo de caer en el patetismo era enorme (Pantin, 1989: 67).
Riesgo que queda salvado justamente por la enunciación enmascarada del yo que la poeta trabaja, pues la voz que se pronuncia parece ser una voz plural y colectiva que aspira a dibujar un espacio de la realidad con frecuencia disimulado, considerado como no poetizable, por poco importante. El yo que en ocasiones se manifiesta desde una perspectiva irónica, sarcástica y paródica la aleja sustancialmente del patetismo.
Lo anterior se hace posible, la mayoría de veces, a través de la intertextualidad, constituyendo un elemento fuertemente marcado en el poemario, hecho que permite hacer relaciones con elementos externos al texto y ampliar su significación, entre dichos elementos se tienen: alusión a mujeres dedicadas al oficio de escribir y que se encuentran marcadas por el suicidio, parafraseo de famosos poemas de amor, uso de frases extraídas de boleros conocidos1, entre otros. Tales elementos intertextuales permiten realizar un acercamiento al mundo de la mujer de clase media desde diversos componentes que construyen su día a día y que la autora a la vez incluye para hacer más marcada la trasgresión que figura a lo largo del texto. La intertextualidad reitera el lugar común, al punto de hacer del mismo un centro desde el cual se despliega la ironía, se puede decir que la autora lo trastoca, lo desarma para conducirlo desde una mirada colectiva hacia la mirada individual que descubre la devastadora revelación de que su existencia es también un lugar común.
Por otra parte, en Correo del corazón se revelan dos elementos que se muestran como ejes del poemario: el erotismo y lo cotidiano, los mismos se encuentran ligados al cuestionamiento existencial y conforman un punto de vista ante el mundo que se encuentra definido por una consciencia de género marcada. Así mismo, dichos elementos perfilan una poética de lo imposible, es decir, la marca progresiva del deseo en su desgaste, de su corrupción, hasta situarse en los terrenos áridos de la aceptación.
El erotismo constituye para el individuo de finales de siglo XX una especie de lugar en el que se hace posible el yo clandestino, aquel que permite cualquier cantidad de prácticas que sólo son viables en el espacio cerrado de lo íntimo. De manera que cuando el erotismo se abre a través de la palabra y se exhibe como marca de la frustración amplía su carácter trasgresor. En Correo del corazón el erotismo se presenta con ciertos rasgos que lo sitúan en una condición particular, la frustración parece, en parte, surgir del deseo físico insaciado, o bien deviene en motivo para materializar la imposibilidad de unión con el otro.
Es en las imágenes que reflejan un cuerpo erotizado donde se puede ver claramente la sensación de fracaso que inunda la vida del sujeto lírico, en el poemario se encuentran de forma reiterativa poemas donde lo sexual entra siempre en relación con la soledad y la melancolía por una parte, y con la agresión por otra; en “Obscura melancolía” se observa un erotismo que oscila entre tales sensaciones:
Difiere así en el cuerpo su frustración, el cuerpo es marca y la vez receptáculo del inacabamiento del deseo, no sólo erótico, sino también el deseo de unión con el otro y del encuentro con una identidad propia. En el mismo sentido, la consumación del deseo como imposibilidad se perfila también a través de la conjugación del erotismo con la muerte, pero de una muerte no física sino metafísica, lo erótico más que entrar en correspondencia con un instinto de vida o con el placer se halla en comunión con las pulsiones de muerte, reafirmando una visión de mundo enmarcada en una permanente angustia existencial.
De manera que la capacidad trasgresora del erotismo en este poemario de Pantin se hace mucho más enérgica y notoria, no sólo en la amalgama evidente entre erotismo y muerte, sino también en el sentido de que, a su vez, el erotismo está encadenado a cierta individualidad obligada, en otras palabras, es un acercamiento a lo erótico que se realiza en soledad.
En el mismo orden de ideas se puede agregar que Correo del corazón da cuenta de una realidad oculta por el discurso tradicional, que partiendo de lo erótico y lo cotidiano exhibe la realidad de la mujer ama de casa que no halla satisfacción en la unión matrimonial, desacralizando esta institución social y, por tanto, deconstruyendo, de cierta manera, el poder patriarcal. Dicha insatisfacción que se condensa en el cuerpo se expresa en términos materiales que por supuesto incluyen lo cotidiano:
Se aprecia entonces en el poema “Conversación en un baño” la presencia de lo erótico individual como agresión ante un deseo de unión con el otro que no halla consumación; el otro aparece en estado de desconocimiento, de lejanía, el diálogo que se produce no apunta a su función primera de intercambiar ideas, por el contrario desemboca en una negación, en un vacío que define la angustia existencial que encarna este sujeto femenino.
Tal angustia existencial parece tener un movimiento pendular, pues la misma oscila entre la agresividad y la aceptación, sin dejar de pasar por medio del cansancio; entre estos estadios emocionales o psicológicos el sujeto lírico va dejando constancia de cierta experiencia femenina en el paso monótono de los días, definiendo a través de ellos el lugar de lo doméstico como el lugar donde las incógnitas existenciales se revelan a través de los quehaceres diarios, pequeñas acciones que encierran toda una condición de vida y una forma particular de relacionarse con el mundo. Lo cotidiano oculta en su monotonía las señales para despertar cuestionamientos existenciales, es un espacio en el que se produce el enfrentamiento habitual con el fracaso, con la duda, la insatisfacción y la desunión con el otro:
Es por ello que la atmósfera en la que se encuentran envueltos los poemas es de agria melancolía, la cual inunda el texto y engendra una sensación de derrota, situación que conlleva a determinar que la autora despliega una poética de lo imposible, del deseo no consumado, donde la vida no es más que la encarnación de esperanzas muertas y la cotidianeidad la consumación del desamor.
Es así como la presencia de lo doméstico en este texto se encuentra ligado a una consciencia negativa de existencia, es decir, se percibe el paso del tiempo en acciones repetitivas que traen consigo la consciencia de la muerte. En el poema “24 horas en la vida de una mujer” se hace manifiesta la monotonía cotidiana como forma de muerte metafísica:
La estructura cíclica del poema anterior permite hallar una correspondencia entre forma y contenido, pues el poema apunta a la vivencia de un estado de automatismo y de anulación de las pulsiones de vida ante las circunstancias, definiendo un estado alterado de la afectividad. La cotidianeidad entonces dibuja una zona de devastación, de imposibilidad de unión con el Ser, es un estado que refleja a la vez la dificultad del sujeto femenino para amoldarse y fusionarse a totalidades reductivas, refleja entonces la permanente búsqueda de un sujeto particular dentro de lo inmanente, es decir, que se funda más en el estar que en el ser, fundando así la percepción del mundo desde lo material.
Paralelamente, la cotidianeidad que se exhibe es múltiple, en el sentido de que representa varías caras o fases en la actuación del sujeto femenino, pues lo cotidiano además de percibirse como espacio de muerte metafísica, de repetición y de soledad, se muestra también como zona para hacer de la ironía el eje que va a deconstruir el sueño inscrito en el imaginario colectivo que concibe el matrimonio como zona de realización de la mujer: “Todo es posible / claridad / altas casas palomas / una gallarda altiva su nevera / que algunas mujeres se rasuran las piernas / beben café humanamente hablando / divagan / al abrazo furioso de las telenovelas / como un ósculo prohibido / cuesta abajo en la rodada” (p.14). o bien en el poema “La vida es sueño”: “Voy a acostarme contigo / voy a cerrar los ojos / voy a dormir” (p.24). Es así como también se enlaza en ocasiones la cotidianeidad y el amor a través de la ironía como resultado entre el abismo que existe entre realidad y deseo.
La tensión entre realidad y deseo, atraviesa esta obra, pues se observa el choque evidente entre el ansia de comunión con el otro y la realidad que arroja la soledad como única perspectiva, de ahí que se perfile una poética de la imposibilidad, como bien lo declara la misma autora:
(…) En todo caso, el sueño siempre ha sido mi tema. Todos mis trabajos han sido estructurados tomando en cuenta la tensión que se sucede cuando se enfrentan la realidad y el deseo. Como soy fatalista, opongo al deseo la imposibilidad de concretarlo (Pantin, 1989: 69).
Tal visión de mundo que exhibe Yolanda Pantin en Correo del corazón, se despliega a lo largo de su obra poética, claro está, desde diferentes miradas y partiendo de disímiles referentes, siendo esta poética de la imposibilidad una constante, que entre líneas ampara un modo particular de comprender el mundo. Correo del corazón concluye con un poema llamado “Vitral de mujer sola”, el cual ha causado gran impacto en la historiografía literaria venezolana, al punto de ser incluido en numerosas antologías de la poesía nacional. Dicho poema plantea una individualidad desgarrada que anuncia, si se quiere, la actualización del comportamiento de la mujer en la contemporaneidad, es una suerte de oda a la independencia, independencia que parece consumarse únicamente en la aceptación de la soledad como forma de vida y no como un hecho pasajero o modificable: “Una mujer sola / no puede curar su soledad / porque nada está enfermo / se remedia lo curable / una gripe o un dolor de estómago” (p.61) En este poema que cierra el texto de Pantin, se configura una voz colectiva que dibuja una feminidad jubilosa aún en la desunión con el otro, aún en la soledad o el desamparo.
Fuente: bordes.com.ve.